viernes, 14 de noviembre de 2008

Franco, ese socialista



El combate político es hoy una lucha por la narratividad y por la primacía del discurso propio (del storytelling que diría Salmon), por el diseño del marco temático y la agenda político-mediática. Por ello, los partidos mutan y varían, se mueven incansablemente, en lucha por no dejarse encuadrar por el contrario. Para ello es frecuente el recurso al deslizamiento semántico, a la cooptación y usurpación de rasgos y conceptos propios del contrario. Con ello, lo primero que sale dañado es el propio lenguaje, convertido en zona de fricción, en zoco.
Los conceptos políticos sufren la pesada carga de la saturación, del estiramiento conceptual y de una reapropiación que las vacía de contenido, que las asignifica, dejándolas inservibibles en muchas ocasiones. La política recreativa busca fabricar una nueva realidad, dislocando para ello la ortodoxia léxica, la convencionalidad común del lenguaje.
A este tornado desintegrador del lenguaje político contribuyen casi a diario los representantes encargados de lo contrario.
Pocos casos más sangrantes y ridículos que una de las últimas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, en el último programa de 59 segundos, donde llegó a decir: "Franco era socialista".
Pocos términos más antitéticos podríamos encontrar en el vocabulario político español del siglo XX (si no de toda su historia), siendo por ello descomunal el transformismo léxico perpetrado por doña Esperanza.
A fuer de destacar el antiliberalismo del dictador (hecho evidente), la turboliberal (en lo económico sólo, ay) Aguirre le lleva a recorrer todo el espectro político para motejarle de izquierdista, confundiendo (deliberadamente) el paternalismo proteccionista de la dictadura con el intervencionismo propio de las políticas socialdemócratas y dejando al margen la persecución política, la falta de libertades públicas o el integrismo nacional-católico.
La reinstauración y recuperación del lenguaje político, tan manoseado y desgastado, es ya una tarea ímproba y hercúlea, pero con andanadas verbales como la referida se corre el riesgo de que no queden ni bellas ruinas.

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