viernes, 14 de noviembre de 2008

Ana Rosa vs. Campos



La metatelevisión de hoy ama el presente de indicativo, el momento, o mejor el momentazo, a ser posible antecedido por el morbo y la expectación generada y tomándose a sí misma (y a los personajes que la habitan) como centro de atención informativa, como objeto recreativo.
Etiquetadas como prima donnas, como reinas cañís de la tele patria, Ana Rosa Quintana y Mª Teresa Campos se vieron las caras en el programa de la primera y no defraudaron las expectativas (conocen el negocio, claro).
Desde que la Campos saliera de la cadena amiga con armas y bagajes para su fracasada aventura en Antena 3 y AR la sustituyera alzándose con el trono catódico mañanero, se había alentado viralmente, en medios digitales y en el cotarro rosa, sobre la enemistad y el mal rollo existente entre las divas.
Con el retorno de la Campos esta temporada a Tele 5 (le tele no tiene memoria o la relega ante el share, off course) era de esperar este vis a vis entre ambas. Aprovechando la convelecencia de Mari Tere a causa de una intervención de amígdalas (las enfermedades nos delatan, está claro), que le ha tenido alejada de la presentación de La mirada crítica (las malas lenguas no descansan y dicen que ha mejorado resultados con la conducción sustituta de la veterana todoterreno Yolanda Benítez, ejem), AR la recibe en su saloncito catódico, haciéndole los honores, pero con una mueca de satisfacción, de soterrada victoria, ante la desactivada rival, regresada a casa para una tarea secundaria que no rivaliza con ella por la pole position de las mañanas televisivas.
Así pues, la cosa trascurre entre puyitas y espinas sacadas entre ambas, entr bromas con una mueca de resentimiento, como en un encuentro de viejas amigas (que no son). AR en su papel de anfitriona displicente y triunfadora (Yo no comento los confidenciales que hablan de mí, le espeta, ante sus quejas por falta de apoyo), condescendiente con una ex-combatiente que se ha pasado al bando propio; la Campos en su versión de luchadora no sin mis hijas, de veterana currante del medio (Nosotras que hemos trabajado juntas, le dice a Ana Rosa). Vasile mira y sonríe entre bambalinas.

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